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...de Varsovia,ésta ciudad en la que vivo,solo me va quedando el eco de recuerdos pasados,el sonido de la lluvia,el verde limpio de las hojas del parque y un cielo plumizo y lechoso,como de fín del mundo.Por un lateral de Lazienki veo pasar los autobuses rojos a rebosar,camaradas que aceleran el paso con alguna bolsa de plástico,ajenos a la lluvia,buscando acomodo para la siguiente borrachera del día como algo inevitable y apremiante.He mirado hacia la rosaleda y sé que está vacía y más lejos asoma Belvedere en lo alto,en la pequeña colina,con una bandera blanca y roja quieta en el mástil,vencida por el peso del agua.Y he recordado a Halina y sus brazos rollizos,los últimos veranos pasados en compañía.Halina ya no está,ni siquiera está enterrada aquí,en Varsovia, porque su familia la enterró en su pueblo,cerca de Bydgoszcz,en la región de Kujawsko-Pomorskie.Zenobia asoma cargada con las bolsas de la compra,con su pañuelo a la cabeza y el impermeable oscuro y brillante,chorreando agua.Me echa el periódico sobre la mesa del salón y se va para la cocina echando pestes del tiempo.Al rato la oigo trajinar como si nada,impertérrita a la vida y sus inclemencias,acomodada a la vida con naturalidad y aceptación,como si la vida,su vida,solo pudiera ser así,una conformidad que me deja más huérfano y más lejano...y yo sé que ya no merece la pena discutir con ella,que encenderá el transistor y al traerme el té me echará una mirada de conmiseración como diciendo:éste hombre,que penita de vida...y yo me aguantaré sín beber hasta que se vaya,haciendo que leo el periódico con atención,como si la vida me pareciera maravillosa.Entre Zenia y yo tambien se han roto los hilos y ya no queda nada,solo una costumbre de vernos cada día,cada vez menos porque la voy echando antes,como si ya nos estorbáramos y Stefan no hubiera existido nunca.Hay una hosquedad contenida solo por la educación.Luego,muchas tardes,cuando se va,yo bajo al sótano y echo una mirada a las cosas muertas,a los jirones de mi pasado y despues ya subo decidido hacia el aparador de las bebidas, me sirvo de la botella y apago la luz.Entonces el ruido del televisor,en el primer piso,en casa del magistrado,se hace más audible y puedo imaginar a Jaroslaw feliz y contento,siguiendo las noticias de las cinco.Me acomodo en el sillón,pegado a los cristales del balcón y decido de qué me voy a acordar ésta tarde,si de mi hija Lía,de Mariola o de mi madre o si me va a dar por acordarme de España...Entonces dejo que mi madre se haga presente,que inunde con su presencia el salón y dejo que me acaricie el pelo blanco y ralo,por detrás del respaldo del sillón,mientras Mariola y mi hija observan desde la oscuridad,cerca de la puerta,abrazadas las dos en silencio y mis ojos se humedecen mientras apuro un kielisek tras otro,en una ceremonia que se repite todas las tardes y yo me abandono a la voluptuosidad del abandono.Luego la mañana me descubrirá vencido en el sillón,con las primeras luces y yo tendré tiempo para componerme,para que cuando llegue Zenobia no pueda adivinar qué noche he pasado...viernes, 25 de marzo de 2011
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