miércoles, 24 de agosto de 2011

La vida revelada (14)

...Y cosas de la vida,en Sanlúcar de Barrameda,recorriendo sus callejas,mi dí de sopetón con mi amigo de infancia de Toledo,Antonio Canals Santacreu,de uniforme,con su ros y el grado de teniente en las hombreras,sus cartucheras y correajes relucientes y amarillos ,al frente de un pequeño pelotón de picoletos con mosquetón...se dirigían al barrio de Bajo de Guía,me contó luego,a escoltar la procesión de Nuestra Señora del Carmen de Bonanza.Al principio me despistó su bigote,pero nuestras miradas se cruzaron un instante,por donde pasa una vida y nos quedamos perplejos,con un aire mutuo de incredulidad,que al poco se transformó en un fuerte abrazo y exclamaciones del tipo:
-Pero...¡coño!,la madre que te parió,cabrón...Ahumada...
-¡Joder!,el teniente Santacreu,la hostia,no me lo creo,jajajaja...tú,ya teniente,maricón,si eres un chavalín...el chavalín medía uno ochenta y ocho,fuerte y musculoso como un toro de lidia,bigotes negros de punta que sobrepasaban sus labios carnosos,la tez negra y el pelo negro,a cepillo.El cabrón casi me descoyunta con el apretón y los números y cabos se hacían cruces disimuladamente, mientras Cecy tiraba de Leika para inmortalizar el momento.Waldemar exhibía su cachaza habitual,de hombre que no se sorprende de nada.Y claro,por la noche la tajada fue de las de época en Chipiona,pueblo del que nada recuerdo.Antonio vivía en una especie de Alquería y se notaba su autoridad allí por donde pasábamos.Cecy y Waldemar claudicaron y se fueron a dormir,mientras Antonio y yo,del fino,pasábamos al whisky de contrabando,que era una delicia...se nos vino encima la infancia compartida y las primeras luces del alba,en una especie de interrogatorio impaciente y por turnos.Ese verano,ardiente verano, recuperé las ganas de vivir y una brisa de euforia, desbocada por el alcohol,hicieron que volviera transformado a Madrid.Mi madre me miraba y no se lo creía.Yo venía guapo de verdad,con un toque exótico y atrayente de cuando estoy en alza,pero Madrid,poquito a poco,me fue bajando los humos...Yo quería huir de Madrid:
-¡Gonzalo!,pero...mi madre no articulaba,solo  me besaba como nunca lo había hecho y miraba a Waldemar y a Cecylia con una mirada de gratitud y embeleso:
-Pero,Gonzalo,pareces otro...
-Sí madre,vengo cambiado...
-Y ¿cuando os vais a Polonia?...a mi padre,solo se le ocurrío meterme disimuladamente en el bolsillo del pantalón cinco mil duros,era su manera de mostrar la felicidad que le embargaba.Y mis hermanos,bien trajeados y pálidos, me miraban  como a un triador,como al hijo pródigo que nada se merece...El mes de Agosto lo pasé yo solo en El Espinar,porque Waldemar y Cecylia seguían recorriendo Madrid hasta sus últimos rincones y yo estaba ya de calor hasta la punta del rabo.Y allí instalé mi santuario,mi refugio, rodeado de libros y sombras generosas,la alberca con su agua fría y la sierra de Madrid al fondo,como en tecnicolor...


La vida revelada (13)

Ese mismo verano del 55,con un calor de muerte,Waldemar,Cecy y yo emprendimos una ruta turística en dirección al sur.Ibamos en un Seat 1400 de mi padre y con la lista de los pocos surtidores que existían entonces y el maletero siempre con un bidón de 50 litros,una temeridad,que con el paso de los años no ha dejado de sorprenderme,porque por Andalucía en el mes de Julio se rozaban los cuarenta grados centígrados...cosas de la juvenud y las ganas de aventura,jajaja.Por entonces,Cecylia y Waldemar estaban ya comprometidos formalmente y yo sería uno de los padrinos de su boda,al irnos a Polonia a primeros de Septiembre.Los pueblos costeros de entonces eran un oasis de soledad y modestos pescadores,botijos por todas partes y avispados lugareños que te vendían "Guoter Fontenova plus" en rudimentarias neveras con barras de hielo.Tambien empezaba la Coca-cola, y la zarzaparrilla era un lejano recuerdo.Mi madre,por si acaso, me consiguió un carnet de socio civil  y amante de la Benemérita,que nos ahorró muchos disgustos.¡Qué España, aquella!,dios mío y cuantos carretes de Leika,melones y sandías en el asiento trasero,sombreros de paja y olivares inmensos sobre una tierra roja y descarnada.Nosotros pasabamos por americanos,a pesar de mi español correcto y popular,daba igual,eramos americanos,a eso tambien contribuía  mi delgadez,mi pelo rubio y desgreñado,a lo hippy, los ojos azules como el cielo de cuando me pongo muy moreno,contrastando con la blancura lunar de Cecylia y Waldemar,una blancura que por Despeñaperros se iba transmutando en un rojo subido de cangrejo en las partes descubiertas y una blancura de leche en los límites de la ropa...Qué verano tan inolvidable...así se afianzó una amistad duradera y franca en la que ninguno de los tres  tenía secretos que guardar,éramos hermanos en el sentido más profundo de la palabra.Recuerdo que a Cecylia le deslumbraron las andaluzas,su pelo negro y brillante,su piel morena y esa belleza natural y fuerte de los pueblos antiguos,donde, de vez en cuando aparecía una rubia espectacular y sonrosada.Llegamos hasta las costas de Cádiz y yo pude contarles la trágica batalla de Trafalgar,con todo sus pormenores,tan aficionado era yo a la historia y de Gravina y Nelson,pasábamos a las sardinas asadas y el tinto en tardes de playas desiertas,la brisa del mar tostándonos la piel, y entonces, un aire de nostalgia y melancolía me recorría la espina dorsal y me hacía sentirme dichoso.El resto lo ponían Cecy y Waldemar con su pasión de enamorados...