jueves, 14 de octubre de 2010

La vida en la memoria...(77)

77

El río de la vida sigue,los sueños se extinguen y se alejan.Yo recuerdo que cuando cumplí los ochenta pegué un bajón tremendo y Halina tenía las piernas hinchadas,gordas,la cara arrugada y en las ojeras como un liquidillo de sudor o de cansancio,no sé,pero yo la seguía queriendo,porque el amor es otra cosa,los jóvenes no lo entienden pues porque no lo pueden entender.Y yo hubiera querido tener un nieto que correteara por mis piernas y me trajera el reflejo de la estirpe propia,pero no pudo ser.Imaginaba a mi hija Cecylia adulta y madura,inclinandose para besarme con delicadeza,mientras mi yerno me da conversación y me cuenta sus proyectos...Estás como una puta cabra,soñando domingos de fiesta y mesa especial,algún cumpleaños,Mariola y yo presidiendo la mesa,ajados y felices,mientras mi hija se encarga de todo y regaña a su hijo...Y lo único claro que vislumbro es mi propio destino,reflejado en el destino de millones de seres,todos abocados a la vida y a la muerte,y lloro a veces porque sé que no somos dioses y el recuerdo se perderá y la vida solo será un soplo...Luego,sí,vendrán otras vidas,pero nosotros ya no estaremos y no habrá ya nadie que nos recuerde....Me puse muy mal con los ochenta años,ahora el cuerpo se cobraba los excesos,la inconsciencia,la mala vida,pero tambien yo sentía un aliento,un aliento sobrenatural,como de Arcadia y pedía un taxi y me iba a Santa Ana,no sé si por fe,creo que  no,solo para refugiarme en lo imperecedero,no en una iglesia concreta,no,sino en una atmósfera conocida y escuchaba los acordes del "Salve Regina" y veía a los niños,tan hermosos e inocentes,perpetuando la vida,sus risas sobresaliendo por encima del encienso y la música.Luego me iba despacito,con mi bastón,a la ciudad vieja,al Starego y saludaba a la sirena arrodillada,con su escudo redondo y su espada,su alfanje curvo y sus carnes apretadas...de fondo se oía el organillo,la cantinela de una Katarina y en las terrazas se bebía cerveza y los niños chupaban helados con delectación,casi con devoción,mientras de las mesas saltaban las risas,la fuerza y el poderío de la juventud,una juventud nueva,desconocida para mí, y mientras mi dirigía a la ciudad Nueva,al Nowy Miasto,yo repetía por lo bajo los nombres de las iglesias y los conventos y miraba de refilón las cafeterías y restaurantes donde yo había estado tantas veces y veía como otros protagonistas me sustituían y yo me alejaba,desencantado,ignorado de todos y solo los viejos como yo me reconocían en un solo mirar...esto es la vida,me digo,cuando se llega a viejo,una sonrisa de condescendencia,otras veces un reproche sordo,de mala cara,solo porque somos viejos...y el Vístula seguía ahí,como un insulto,como una bendición,renovadas siempre sus aguas,y el cielo no se ha roto,la cúpula celeste nos tapa todo,todo lo que hay detrás,que seguramente no sea nada,solo una ilusión óptica...

La vida en la memoria...(76)

76

Mi aspecto a mis sesenta y nueve,setenta años,era el de un dómine cabra,más o menos,eso sí, muy atildado y elegante.Yo estaba en los huesos,el pelo blanco,con un flequillo largo,una roncha,una mata de pelo que me cubría la frente amplia,los ojos hundidos en una melancolía permanente,unos ojos grises,que a veces eran azules,a ratos verdes,luego grises,mis ojos despistaban tambien,yo no podría jurar de qué color tenía los ojos,la nariz un poco aguileña,los labios finos y la piel curtida por el aire porque a mí me gustaba salir las noches de invierno para que el aire frío sacudiera bien mis entretelas.Iba cargado de hombros ligeramente,la chaqueta siempre abierta y las manos en los bolsillos,sín corbata,la camisa blanca,porque yo llegó un momento que solo me ponía camisas blancas,la chaqueta negra de paño y los pantalones negros,los zapatos relucientes,tambien negros.No usaba reloj y en el dedo anular izquierdo,un anillote ancho de plata vieja y oro que se le mangué a mí padre buscando  por sus cajones,la cartera siempre llena de billetes y es que yo era un dómine cabra solo de aspecto,el buscón Pablos no habría tenido problemas conmigo y habría cenado siempre como dios.Halina a veces me recriminaba,se metía en el dormitorio,habría el armario y empezaba a buscar y sí,a veces yo parecía el principe de Gales,pero solo a veces,cuando me dejaba.Nos tirábamos fotos por todas partes y siempre Halina:
-Pero,coño,Janek,cariño,te puedes reír un poco para la posteridad  y sacar las manos de los bolsillos...Yo ensayaba una sonrisa y siempre salía con una cara de gilipollas en las fotos que daba grima.Halina sí era fotogénica,su cara llenaba todo,estaba exuberante a sus sesenta,bien cuidada,de buena raza,como yo la decía...Halina tenía poderío de cuerpo y los porteros se apresuraban siempre para abrirla la puerta,la misma puerta que a mí tantas veces me daba en la narices,porque lo último que pensaban los porteros es que yo iba con Halina,yo parecía una cucaracha muy espigada,con una espuma  blanca de cerveza en la cabeza,derramada por la pechera...Luego sí,cuando ya soltaba la propina generosa,los guardarropas se olvidaban de Halina,era mi pequeña venganza y yo encendía un puro español y coleccionaba cajas de cerillas,la bufanda con algún agujero...Y cuando se apagaban las luces,en el teatro o en el cine,lo primero,mi mano se iba a la entrepierna de Halina,que daba un respingo...
-Joder,Janusz,qué susto,te puedes estar quieto...
-Tú déjame y mira anda....y tantas noches,ya tarde,yo me empeñaba en ir a Mariensztat,a la ribera,a pasear por la pradera,mirando los reflejos de luz en el agua,las luces de Praga tililando en medio de la niebla,que a veces me confundía y la llamaba Mariola a Halina,pero ella no se enfadaba...


La vida en la memoria...(75)

75

Halina removió mis últimos rescoldos,como una badila que removiera las cenizas de un brasero que iba apagándose lentamente.Yo andaba cerca de los setenta,pero todavía no me resignaba a prescindir del sexo y yo lo tenía que alimentar con juegos,con fetichismos,Halina disfrutando tambien,pero de otra manera,más entera que yo,descubriendo las fantasías que se esconden en cualquier hombre,excitandonos más con la mente que con el cuerpo en sí.Y se vestía para mí de zorra,llena de encajes,medias,ligueros,tacones altos,carmín exagerado,poniendo poses procaces que yo la pedía,superando siempre mis requerimientos,porque las mujeres tienen una naturaleza sabia para despertar el deseo y tantas veces yo no tenía que decir nada ni insinuar nada.Otras veces la pedía que nos fuéramos a pasear al parque,ella sín bragas,para que de vez en cuando me abriera la entrepierna y yo pudiera ver su coño,sus labios afeitados y esa franja  vertical de vello castaño que a mí me encendía,las medias marcando una zona de carne blanca y llena,los muslos de Halina como una entrada al paraíso,siempre calientes los muslos de Halina...Ahora me río al recordarlo,ahora,con mis noventa cumplidos,cuando ya eso no importa nada,pero entonces,fué otra época de sobreexcitación,sabiendo  que era como una despedida porque el otoño de la vida estaba llegando y luego ya solo disfrutaría con los recuerdos,como un buey manso y  resignado y me ponía a leer a Freud,solo para comprobar si se había equivocado,con su pulsión de deseo y destrucción...Esto es la vejez,me digo,un contínuo desbarrar para doblegar las horas,para que las agujas del reloj de la pared no me aplasten con su lentitud,como un compás perezoso...Zenobia tambien notaba todo esto,lo tenía muy cerca y a veces yo descubría en su cara algún rictus amargo,de mujer sola vete tú a saber por qué,porque Zenobia no me contaba nada de su vida,tan pudorosa como era,tomando mi lascivia,cuando hablábamos, como algo natural en mí y ajeno a ella,pero a veces,algunas veces, yo veía la mujer que había en Zenobia,no la sirvienta,la fiel criada,la sobrina de Stefan,pero yo de inmediato paraba,no quería entrar por esos laberintos,Zenobia era sagrada y punto...a veces tambien me acordaba de mi madre,soñando un incesto imposible y retroactivo,pero enseguida se diluía...
-Janusz,cielo,vas a hacer que te regañe,tan bruto te has vuelto,mi pequeño...
-No,madre,es que a veces parece que el deseo me transforma en un animal,solo lo que tardo en eyacular,qué te voy a decir a tí que ya no sepas...
-Acepta cada instante de tu vida,Janusz,no caigas en la locura,prefiero que me hagas reír con tus ocurrencias... y mi madre se retira como de un escenario y yo vuelvo la vista al parque,con el piar escandaloso de la tarde,los pájaros preparándose para el silencio de la noche...

La vida en la memoria...(74)

74

El dinero tambien,esto antes no lo dije,aparte el esplendor,genera odios africanos y rompe familias,amistades,destroza lo más sagrado,porque el dinero tantas veces es la puerta,el conducto directo que nos lleva al poder,a la soberbia,a la entronización del ego y finalmente en tantos casos,a la estupidez supina.Digo todas éstas cosas,porque yo,para evadirme de mi realidad,me pasé varios años auscultando toda la correspondencia de mi padre,hasta que me harté claro,porque llegué a saturarme de esa personalidad tan compleja y ambigua como fué la de mi padre.Mi padre era como una montaña rusa,a veces arriba,en el cielo,otras abajo,en el infierno y la desesperación;lento hasta la parsimonia,acelerado como un cohete cuando estaba eufórico.Ahora se diría que mi padre era un bipolar,pero mi padre no era más que un ser sensible,lleno de miedos y contradicciones,tambien lleno de arrojo,un arrojo a veces suicida.Yo creo que mi padre no le dejaba indiferente a nadie.Pero de todo se cansa uno y yo,superado mi dolor,instalado ya en la resignación,me fuí alejando de una persona que cada vez entendía menos,una persona que no compartió mi infancia,mas que por terceros interpuestos y cuando ya nos encontramos,yo me alegré mucho y le quise bien,pero mi padre no formaba parte de mi pasado y yo el amor paterno lo ví reflejado en Waldemar Grudzinski,en Stefan Majewski,mi buen Stefan,en Henryk Zanussi,el profesor o en mi padre de adopción y padre de Mariola,Józef Majcherczyk,el humilde carpintero de la calle Fabriczna,(pared con pared su taller con el taller del zapatero Enger),vecino de mi madre.Mis abuelos españoles se me perdían en una niebla,en una nube de desconocimiento y mis tíos,a los que traté tan poco,me parecían seres extraños,a los que yo no lograba relacionar con mi padre,de lo poco que se parecían.Aburre tanta genealogía y al final solo queda la genealogía del amor y del cariño,el retorno permanente a la infancia y lo que allí vivímos,el único espacio sagrado y allí solo estaban mi madre Ania y una mocosa atrevida que se llamaba Mariola.Halina, a veces,sentada en un sillón enfrente de mí,en mi pequeño despacho,me observaba en silencio y como me veía tan enfrascado,a veces me decía:
-Janusz,estás buscando petróleo...
-No,Halinita,guapa,solo trato de saber quien soy...
-Pues cuando lo sepas y le encuentres,dile que no me vuelva a follar por el culo,no sea que se convierta en una costumbre...y yo rompía en una gran carcajada,dejaba todos los papeles y le decía...:
-Halina,a los hombres nos gusta entrar por todos  vuestros agujeros,por todos los poros,es como si estuvieramos buscando la piedra filosofal,escondida en vuestras entrañas...
-Sí,pues en mi culo,lo único que vas a encontrar es mierda,como escarbes mucho,el oro solo lo tengo en mi coño... y nos reíamos,nos reíamos con ganas y yo me daba cuenta que Halina tenía muchas salidas,muchas poses de Mariola,Halina era como la hermana pequeña de Mariola, por eso la quería tanto,porque además me hacía reir,me sacaba de golpe de la melancolía y me instalaba en la vida.A veces entraba Zenobia con el té y nosotros la arropábamos con una gran sonrisa,para que no se sintiera excluída...
-Zenobia,eres un encanto,a que sí,Halina...
-Menuda suerte tienes tú,Janusz,lo que tiene que aguantar la pobre Zenia...y Zenia se encendía como una manzana roja, llena de brillos y reflejos,orgullosa por los halagos...