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Halina removió mis últimos rescoldos,como una badila que removiera las cenizas de un brasero que iba apagándose lentamente.Yo andaba cerca de los setenta,pero todavía no me resignaba a prescindir del sexo y yo lo tenía que alimentar con juegos,con fetichismos,Halina disfrutando tambien,pero de otra manera,más entera que yo,descubriendo las fantasías que se esconden en cualquier hombre,excitandonos más con la mente que con el cuerpo en sí.Y se vestía para mí de zorra,llena de encajes,medias,ligueros,tacones altos,carmín exagerado,poniendo poses procaces que yo la pedía,superando siempre mis requerimientos,porque las mujeres tienen una naturaleza sabia para despertar el deseo y tantas veces yo no tenía que decir nada ni insinuar nada.Otras veces la pedía que nos fuéramos a pasear al parque,ella sín bragas,para que de vez en cuando me abriera la entrepierna y yo pudiera ver su coño,sus labios afeitados y esa franja vertical de vello castaño que a mí me encendía,las medias marcando una zona de carne blanca y llena,los muslos de Halina como una entrada al paraíso,siempre calientes los muslos de Halina...Ahora me río al recordarlo,ahora,con mis noventa cumplidos,cuando ya eso no importa nada,pero entonces,fué otra época de sobreexcitación,sabiendo que era como una despedida porque el otoño de la vida estaba llegando y luego ya solo disfrutaría con los recuerdos,como un buey manso y resignado y me ponía a leer a Freud,solo para comprobar si se había equivocado,con su pulsión de deseo y destrucción...Esto es la vejez,me digo,un contínuo desbarrar para doblegar las horas,para que las agujas del reloj de la pared no me aplasten con su lentitud,como un compás perezoso...Zenobia tambien notaba todo esto,lo tenía muy cerca y a veces yo descubría en su cara algún rictus amargo,de mujer sola vete tú a saber por qué,porque Zenobia no me contaba nada de su vida,tan pudorosa como era,tomando mi lascivia,cuando hablábamos, como algo natural en mí y ajeno a ella,pero a veces,algunas veces, yo veía la mujer que había en Zenobia,no la sirvienta,la fiel criada,la sobrina de Stefan,pero yo de inmediato paraba,no quería entrar por esos laberintos,Zenobia era sagrada y punto...a veces tambien me acordaba de mi madre,soñando un incesto imposible y retroactivo,pero enseguida se diluía...
-Janusz,cielo,vas a hacer que te regañe,tan bruto te has vuelto,mi pequeño...
-No,madre,es que a veces parece que el deseo me transforma en un animal,solo lo que tardo en eyacular,qué te voy a decir a tí que ya no sepas...
-Acepta cada instante de tu vida,Janusz,no caigas en la locura,prefiero que me hagas reír con tus ocurrencias... y mi madre se retira como de un escenario y yo vuelvo la vista al parque,con el piar escandaloso de la tarde,los pájaros preparándose para el silencio de la noche...
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