lunes, 8 de noviembre de 2010

La vida en la memoria...(82)

82

Ahora pienso,recuerdo más bien,aquí,sentado en mi sillón de orejas y rodeado de cosas:los libros,el periódico,mis gafas,las medicinas que tomo a regañadientes,el té que se ha quedado frío,la cajetilla de Fox,el correo lejano de España,las pisadas de Zenobia por el suelo de madera,el tiempo quieto un instante en las agujas del reloj de la pared...ahora,digo,en otra tarde interminable de agua en los cristales y cielo sombrío,recuerdo,sí,mal que bien,que cada vez que regresábamos de España,Mariola y yo nos acercábamos más y nos queríamos con más fuerza,es como si se despertara un deseo nuevo en nosotros,volvíamos renovados y eso se potenciaba porque Lía estaba más feliz y lo notábamos cuando venía algún día a comer de casa de sus abuelos,pletórica de recuerdos y soñadora,porque Lía estaba con Piotrek y a veces nos dejaba ver un momento su gozo en la coquetería con que se vestía y el brillo de sus ojos nos devolvía el deslumbramiento del amor,del amor puro e inocente,con algún escarceo de besos y caricias,que nosotros solo podíamos imaginar,pero cierto.Yo me olvidaba entonces un poco del alcohol y salía con Mariola por Varsovia,tomábamos café,recorríamos las tiendas del centro y así,los dos bajo el paraguas, descubríamos de nuevo nuestra complicidad y nuestra alegría,la  risa pronta por cualquier tontería y el cielo gris empezaba a poblarse de luces,las luces de Varsovia en el atardecer,el bullicio de las calles y los tranvías atestados de gente,las luces de los cines y los teatros encendidas,los grupos de jovenes saliendo de la universidad,en la Krakowskie,o saliendo de la Politechnika según volvíamos a casa y atravesábamos Lazienki para salir por la puerta pegada a Róza y nos parábamos de vez en cuando y nos besábamos como cuando yo volví de España en mil novecientos setenta y siete.El olor y el sabor de Mariola todavía con algún resto de sol y de sal,de pereza y hacíamos planes para la  noche ,una cena especial en casa,con velas y vino blanco,las miradas encendidas,las miradas francas del deseo renovado,Mariola impecable,bien maquillada,elegante dentro de su elegancia natural de manos largas y cuidadas,sus ojos de almendra y su nariz de diosa,recta y alargada,el talle bien marcado y unas piernas interminables en sus botas altas,el vestido negro y plateado,marcando las caderas,la curva preciosa del culo y el pecho escotado,el pecho de niña de Mariola,bien en punta y las puntillas del sujetador,la melena corta y lisa,como un efebo y las cejas pobladas,la frente limpia.Yo me comía a besos a Mariola con la mirada y ella lo sentía y estaba feliz.De vez en cuando, ella me colocaba bien el nudo pequeño de la corbata y me estropeaba el pelo, mientras brindaba por nosotros y nuestra hija.Eso era estar vivo,esa era la felicidad permitida a los hombres,me decía yo,porque luego estaba la certeza del contacto,la piel suave de Mariola y la mata de pelo rojizo y rubio de su pubis,la copa dorada del placer,entre muslos duros y calientes,la curva blanca de las nalgas y el agujero sucio del culo,tan limpio,esperando la curiosidad de mi polla,el deseo de penetrar por todos los rincones,poseer a Mariola,chupar sus orejas y comerme hasta sus mocos,así me ponía yo de fogoso,Mariola abandonada,dejandose hacer o explicándome como hacerlo mejor...y luego llegaba la ternura,los besos lentos,húmedos de saliva y flojera general,el fluir de los líquidos del cuerpo,cuando el cuerpo se abandona al placer y la voluptuosidad,la cama deshecha y el semen derramado junto a la vagina mojada y el ano sudoroso.Los abrazos de dos hermanos,dos amantes olvidados del tiempo,perdonándose todas las afrentas,pidiendo perdón por los reproches y luego el sueño profundo abrazado a Mariola como el naúfrago a una tabla,el vientre de Mariola acojiendo mi cabeza como un feto desvalido,el niño-hombre en los pliegues de la mujer- madre,todo una delicia de la que despues despertábamos con más ganas y el desayuno nos sabía tan bueno...Estos recuerdos contrastaban tanto con mi soledad de viejo,mis carnes secas y el pene y los testículos como un colgajo arrugado,solo las ganas de mear y los ojos secos,sín una lágrima,enrojecidos por la edad y el cansancio,la carne huida y los huesos incomodándome en todas las posturas,el frío de la vejez y la soledad...

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