jueves, 10 de septiembre de 2009
La vida perdida (IV)
El día que murió mi madre,hacía frío,frío de verdad,toda la ciudad estaba blanca y no se distinguía ni el río que yo tan bien conocía,y había silencio,un gran silencio que lo amortiguaba todo,las pisadas en la nieve,el graznido de los cuervos...Yo tenía mucho frío,no solo en el cuerpo,tambien en el alma.Mi madre estaba pálida como la cera,el pelo lacio y mustio y no hablaba...yo la gritaba,"mamo co ci jest,mamo co ci jest..(mamá,que te pasa,mamá,que te pasa..) pero no contestaba.Ese día lloré como nunca había llorado,un llanto silencioso con lágrimas a borbotones,me sentía perdido,mi madre lo era todo,no entendía el mundo sin ella.LLoré tanto ese día,que yo creo que por eso,de adulto, no he vuelto a llorar,yo creo que me sequé para los restos.Luego vi llegar el carro del señor Stefan con el percherón y cuando vi el cajón donde iban a meter a mi madre,ya no pude más y me eche a correr,corrí y corrí hasta caer exhausto en mi escondite favorito,bajo el puente de hierro.Nunca en la vida he sentido tanta ternura y tanta nostalgia y todavía hoy me pregunto cómo aguanté solo.Bueno,a veces me digo que aguanté,porque la hija de los Majcherczyk vino corriendo,con sus cinco años y las trenzas desechas y me puso una naranja en las manos y me dió un beso..¡una naranja!...
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