jueves, 24 de septiembre de 2009

La vida perdida (XLII)

Por contraste,mis años de Salamanca,toda mi adolescencia,fué penosa para mí y ahí creo yo que se forjó mi carácter tan melancólico.De los quince a los veintiuno,seis años sin pisar Polonia,veranos incluídos...Y así como los años de Madrid me los salvó mi hermana,los años de Salamanca me los salvó Cecylia Grudzinska,que todos los meses,sin falta,aparecía por el colegio y me llevaba donde yo quería,me compraba libros,pasteles,cigarrillos,todo lo que la pedía;sin duda, Cecylia sabía con quién estaba,yo era una copia de mi padre.Hasta me llevó a ver una corrida de toros,porque yo tenía que ver de todo...Las caminatas de los sábados por la tarde,por el camino del cementerio,las excursiones aburridas de los maristas,el campo inhóspito y pobre de la provincia de Salamanca,Arapiles,yo que sé,yo estaba hasta las narices y un día,sí,un día espero que mi padre me explique por qué,el por qué de todo eso.Bueno,no,mejor que no,mejor que te den por culo,cacho maricón...
Cecylia,ahora me explico por qué,cuando voy a visitaros a Zoliborz,tú siempre te pones a llorar hasta que Waldemar te dice que vale ya,Cecy,vale ya...Porque tú,con esa sensibilidad que te gastabas,sabías lo que yo estaba pasando...

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