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Mi aspecto a mis sesenta y nueve,setenta años,era el de un dómine cabra,más o menos,eso sí, muy atildado y elegante.Yo estaba en los huesos,el pelo blanco,con un flequillo largo,una roncha,una mata de pelo que me cubría la frente amplia,los ojos hundidos en una melancolía permanente,unos ojos grises,que a veces eran azules,a ratos verdes,luego grises,mis ojos despistaban tambien,yo no podría jurar de qué color tenía los ojos,la nariz un poco aguileña,los labios finos y la piel curtida por el aire porque a mí me gustaba salir las noches de invierno para que el aire frío sacudiera bien mis entretelas.Iba cargado de hombros ligeramente,la chaqueta siempre abierta y las manos en los bolsillos,sín corbata,la camisa blanca,porque yo llegó un momento que solo me ponía camisas blancas,la chaqueta negra de paño y los pantalones negros,los zapatos relucientes,tambien negros.No usaba reloj y en el dedo anular izquierdo,un anillote ancho de plata vieja y oro que se le mangué a mí padre buscando por sus cajones,la cartera siempre llena de billetes y es que yo era un dómine cabra solo de aspecto,el buscón Pablos no habría tenido problemas conmigo y habría cenado siempre como dios.Halina a veces me recriminaba,se metía en el dormitorio,habría el armario y empezaba a buscar y sí,a veces yo parecía el principe de Gales,pero solo a veces,cuando me dejaba.Nos tirábamos fotos por todas partes y siempre Halina:
-Pero,coño,Janek,cariño,te puedes reír un poco para la posteridad y sacar las manos de los bolsillos...Yo ensayaba una sonrisa y siempre salía con una cara de gilipollas en las fotos que daba grima.Halina sí era fotogénica,su cara llenaba todo,estaba exuberante a sus sesenta,bien cuidada,de buena raza,como yo la decía...Halina tenía poderío de cuerpo y los porteros se apresuraban siempre para abrirla la puerta,la misma puerta que a mí tantas veces me daba en la narices,porque lo último que pensaban los porteros es que yo iba con Halina,yo parecía una cucaracha muy espigada,con una espuma blanca de cerveza en la cabeza,derramada por la pechera...Luego sí,cuando ya soltaba la propina generosa,los guardarropas se olvidaban de Halina,era mi pequeña venganza y yo encendía un puro español y coleccionaba cajas de cerillas,la bufanda con algún agujero...Y cuando se apagaban las luces,en el teatro o en el cine,lo primero,mi mano se iba a la entrepierna de Halina,que daba un respingo...
-Joder,Janusz,qué susto,te puedes estar quieto...
-Tú déjame y mira anda....y tantas noches,ya tarde,yo me empeñaba en ir a Mariensztat,a la ribera,a pasear por la pradera,mirando los reflejos de luz en el agua,las luces de Praga tililando en medio de la niebla,que a veces me confundía y la llamaba Mariola a Halina,pero ella no se enfadaba...